Dicho de manera sencilla, hasta muy recientemente, la sociedad secular, en la medida en que uno puede extrapolar la actitud general a partir de un término tan amorfo, miraba a la espiritualidad cristiana con los ojos del Iluminismo. Por lo tanto, en lo principal, miraba a la espiritualidad cristiana (y a la espiritualidad teísta en general) con ojos de sospecha. Por eso la espiritualidad en sus mejores expresiones era una poesía que presta ayuda y, en las peores, una superstición dañina.
Aunque esta actitud está ahora cambiando, en lo esencial sigue dominando la filosofía secular y da forma a todas nuestras decisiones políticas y judiciales. Según este punto de vista la espiritualidad, en la medida en que se concentra en la creencia en Dios, si tiene lugar en algún lado, éste es en las iglesias y en la privacidad de los hogares de las personas individuales. Pero ciertamente no tiene un lugar propio en el dominio público, salvo como material objetivo para el estudio histórico. Por lo tanto no debería ocupar un lugar en la política, la economía o el curriculum académico de una universidad. La espiritualidad teísta en general, y la espiritualidad cristiana en particular, para la mentalidad secular es algo altamente privatizado y esotérico, tolerable en los márgenes de la sociedad pero que no tiene nada para decir en el centro. Tal es el punto de vista del Iluminismo (ILUSTRACIÓN) y tal sigue siendo, excepto por unos pocos reductos confederados de desviaciones cognoscitivas, el punto de vista de la sociedad secular.
Sin embargo, el espíritu humano es incurablemente religioso y, pese a la filosofía secular, sigue haciendo cosas religiosas. Es así como, en el mundo occidental, aun cuando el Iluminismo haya tachado la religión, sus convertidos fervientes continúan, y siguen siendo celosamente religiosos, aunque en formas disimuladas.3 Todos adoran en algún santuario. Así, por ejemplo, las ideologías de todo tipo, desde el marxismo al feminismo secular, substituyen la historia judeocristiana de la salvación con una teoría normativa y proponen esta nueva historia como la historia de la salvación. El arte secular convierte a la creatividad en una religión cuyo Dios es tan celoso como para hacer parecer tolerante al Dios viejo del judaismo, el cristianismo e Islam. Los moralistas seculares exigen una ortodoxia doctrinal (políticamente correcta) que los fundamentalistas morales sólo pueden envidiar. Los zelotes morales seculares no agotan las causas que llaman al martirio religioso. El pensamiento positivo y los pedagogos de la excelencia proponen una nueva esperanza religiosa. Los cultos de la salud física, repletos de formas más exigentes aún de ascetismo, reemplazan las viejas espiritualidades con respecto al alma. El antiguo animismo, la adoración de la naturaleza, asume nuevas formas religiosas. Los mitos y los cuentos de hadas reemplazan a las viejas historias bíblicas. Nuevos santuarios (desde Graceland hasta la tumba de Lady Diana) siguen apareciendo; y hay formas seculares de canonización, de libros y personas, que hacen lo mismo que anteriormente hiciera la canonización religiosa. La religión no está en los márgenes. Todos tienen una espiritualidad, incluyendo a los actuales hijos adultos del Iluminismo. También el mundo secular ingresa a la arena espiritual, arrastrando una buena carga de equipaje religioso.
Mediante a lectura
deste texto, o autor intenta transmitir a idea dunha sociedade que ten como
base fundamental unha filosofía secular que tivo os seus inicios no iluminismo
durante a época da ilustración.
Como filosofía secular
entendemos a negación de todo aquilo que se considere sobrenatural. Por
sobrenatural os filósofos refirense xeralmente a cousas que non son materiais,
como a alma, a personalidade ou Deus. Polo que esta corrente está baseada no
naturalismo e a cal tivo unha gran influencia no pensamento das persoas dando
prevalencia a razón.
A pesar disto, o autor mantén
a idea de que o espíritu humano é incurablemente relixioso, xa que séguese
facendo cousas relixiosas debido a que todo ser humano ten unha
espiritualidade.
Na nosa sociedade isto
é unha realidade actual, xa que houbo un tránsito no cal a relixión ocupaba o
centro das relacións sociais a unha na que só se concibe a relixión no ámbito
da igrexa como prácticas e servizos relixiosos.
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